Mis abuelos maternos, don Sandalio Ladislado Cedrés y doña
Eufemina Nicolasa Martínez, “Ofelia” como le dijimos toda la vida; vivían en la
zona de la 7ª. sección, Sauce, Rocha, a poco más de 6 kilómetros de la ciudad.
Para ubicarnos en el tiempo, fines de la década del veinte
se instaló mi abuelo con su familia, en la zona donde vivió hasta su
fallecimiento en el año 1955.
Para llegar al lugar se iba por el Paso Real, camino Real,
unos cuatro kilómetros, luego salía otro camino de unos dos kilómetros donde
había una bifurcación, un camino el de los “Oyarbide” a la derecha, el que iba
a la izquierda al Cerro Áspero, que era el que pasaba por la entrada al campo
de mi abuelo.
Eran unas 75 hectáreas, las que trabaja la agricultura,
algún ganado para el consumo propio, las tradicionales quintas de frutas y
hortalizas, gallinas para que dieran huevos y carne para el puchero, y lo que
se producía en más se traía al “pueblo” donde hacía el tradicional trueque, en
comercios mayoristas que habían a la entrada por la entonces avenida “Artigas”
hoy “Agraciada”, llevando harina, fideos, aceite, entre otros ingredientes para
la cocina y algún material para la casa o las herramientas.
Casa de material, ladrillo, sin luz eléctrica, farol a
mantilla para alumbrarse, cocina a leña, la entrada desde el camino hasta la
misma se hacía por un amplio sendero arbolado de eucaliptus, ambas cosas; la
casa y el sendero aún hoy están.
Mis abuelos tuvieron
cuatro hijos, a saber María Luisa, mi madre; Gisleno; Amaranto y María Isabel.
En el mismo predio rural vivían dos de sus hijos: Amaranto con
su familia, aproximadamente en la mitad del mismo y María Isabel, también con
su familia, ésta sobre el camino de los Oyarbide, ambos en construcciones de
barro y quincha, arraigada costumbre de las viviendas de nuestra campaña.
En donde vivía mi tía María Isabel con su esposo, Luis
Alberto Dominicci y su hijo mayor, Carlos Alberto, ocurrió mi experiencia,
hasta ahora única, de presenciar un parto.
Allí, el 6 de abril del año 1949, nació Luis Eduardo, en
parto realizado por la partera Rebufello, con la ayuda de mi abuela y del
propio esposo.
Eduardo Dominicci junto a su madre Isabel Cedrésy Oscar Bruno (primo y sobrino) |
Latón con agua caliente, tijeras, sabanas para usar como
vendas, era lo que yo veía, y desde la cocina junto a mi primo Carlos,
ojeábamos la situación, hasta que vimos como la partera levantaba un niño en
brazos y decía que era varón.
Acontecimiento que a mi edad, con apenas 4 años y medio, me
quedó grabada hasta el día de hoy.
Había ido acompañando a la partera en el Jeep de Eugenio
Dominicci, y mi tío Amaranto que fue el que vino al pueblo a buscar a la
“madama”, en una temporada de lluvia, con camino muy feo, el vehículo se
atravesaba y costaba marchar, lo hacía prácticamente a paso de hombre.
Mi abuela, previendo que no
pudiera llegar la partera ya tenía en la puerta de la casa pronto el
sulky con la yegua “Chucha” para venir
por la misma, cosa que no fue necesario.
Historias de un Uruguay ya lejano en el tiempo, el que
recuerdo mezcla de nostalgia y alegría.
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